16.7.05

Putearse

con algún idiota al volante es común. Putearse con la familia no es raro. Putearse con compañeros de trabajo (o tener todas las ganas de) ocurre. Putearse con una pareja, bueno, todos lo hemos vivido en algún momento u otro.

Pero putearse con un amigo (y no de chiste, claro) en una cena de amigos de un viernes a la noche comiendo locro y empanadas de carne picantísima no debería ser algo normal. No debería ocurrir. Los amigos, justamente, son esas personas que relajan un poco el quilombo interior, que ayudan a soltar el aire con ruidito, que ponen un paréntesis, una banderita blanca a la guerra de guerrillas de todos los días.

Putearse con un amigo es antinatural, es raro, es incómodo, es triste, es feo. Pero supongo que también es humano.
Raramente, tristemente, incómodamente, feamente humano.


Feas mentes las nuestras cuando nos puteamos entre amigos.

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