4.7.05

Cuentito III.

Berto apoya la cuchara en la bolsita de té, la lleva al fondo de la taza, la estruja contra la loza, aprovecha todo el potencial infusionante del saquito. Agarra la jarra de leche tamaño miniatura y a punto de volcar el contenido en la taza se detiene en pleno movimiento: frente a su silla y mesa hay una ventana que da a la calle, y en la calle, del otro lado, una pareja lo mira sin mirarlo, mirando alrededor de él, detrás (está la barra), a los costados, debajo, pero nunca a él, nunca directamente al menos. La parejita comenta algo y sigue caminando como si nada, como si nadaran lento. A Berto de pronto lo invade la sensación de que no es un simple consumidor en un café a punto de disfrutar un té con leche: es parte integrante de una vidriera de algún local de esa parte de Palermo que llaman "Viejo", y está a la venta como producto de diseño nacional, y no lo miran directamente porque debe costar un fangote de guita, y no quieren coparse con algo que no está a su alcance.

Berto empieza a inclinar la jarrita sin terminar de salir del cuelgue y parte de la leche aterriza sobre la mesa de madera oscura, oscureciéndola aún más por el súbito contraste. Mira lo que hizo y por medio segundo está convencido de que la acción de tirar la leche sobre la mesa es también parte del diseño nacional. Levanta un brazo para que venga la moza pero no se da vuelta; sabe que a los efectos de llamar su atención es indiferente qué lado del brazo muestre. Segundos después aparece la susodicha, que observa como la leche hizo su camino y empezó a gotear en el suelo: por medio segundo está convencida de que el cliente volcó la leche a propósito, para que ella se acercara y entonces él pudiera verla y disculparse y decirle de pasada algún piropo y ella sonreír y traer un trapo y él hacerle unos chistes entre boludos y groseros y ella reirse y él preguntarle el nombre y ella dárselo y él dar charla y ella recibirla un poquito nomás porque tiene que seguir trabajando y él quedarse un rato más, pagar e irse y después volver varias veces esa semana y pedirle el teléfono no sin timidez y ella dárselo y él pegarle una llamada y ella atender y él hablar y ella hacerse la que no sabe quién es y él esforzarse por ser reconocido con humoradas despectivas sobre sí mismo y su torpeza y ella reír y él invitarla a hacer algo y ella a qué y él

Medio segundo después la moza saca un trapo pero Berto no puede ver de dónde, y piensa con un poco de asco que lo debe llevar hecho un bollo en el bolsillo. Lo pasa por la mesa y el suelo con movimientos enérgicos, decididos, absorbiendo casi todo el líquido a su paso, hasta que sólo queda un brillo húmedo traslúcido que fácilmente se confunde con algo limpio. Berto agradece, la moza se aleja, Berto comprueba que todavía le queda un poco de leche en la jarra tamaño miniatura, la sirve en el té que entibió algo, revuelve el líquido con una cucharita y de pronto se acuerda de algo que le decía su mamá:

"Nunca, nunca limpies la leche volcada con un trapo porque le queda mal olor. Limpiala con una esponjita". Berto piensa dos cosas:

1. Esa es una de las poquísimas enseñanzas de su madre que alguna vez comprobó y que sabe acertada.
2. Nunca, nunca, nunca se va a casar con una chica como la moza.

3 Comments:

Blogger moret said...

pobre moza. la entiendo desde lo más profundo de mi ser. yo soy igual. un hecho minúsculo alcanza para armar la cadena de hechos minúsculos que van a tener como resultado el amor, los hijitos, la casa y el perro.

pero después
¡zas!
de un día para el otro se termina y me quedo sola,
yo otra vez,
yo y mi trapo sucio,
yo preguntántome qué hice mal.


por las dudas nunca más voy a limpiar leche derramada con un trapo. quién te dice. mirá si me aparece un Berto.

10:29 p. m.  
Blogger Pavo Colonio said...

Y bien que harás.

7:32 p. m.  
Blogger perro de aguas said...

yo hago una cadena tremenda, también con casa hijos y gatoperro y todo me parece re lindo, entonces me da pánico y fobia y de pronto quiero salir corriendo.

creo que tengo problemas.

me voy de compras para empezar el fin de semana: una remera, una esponja y un tranquilizante.

5:32 p. m.  

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