Omuere.
Me tocó ir al arco. Más bien, me ofrecí para el arco, como quien milenios atrás se ofrecía en sacrificio ritual a los dioses, ya sea lanzándose al interior de un volcán, o dejándose arrancar el músculo cardíaco sin anestesia. La única diferencia es que no soy virgen, y que los tres goles que me clavaron no van a traer ningún efecto beneficioso sobre la cosecha del año que viene.
¿Que nos impulsará a formar un equipo con cero estado físico y cero práctica futbolística para participar en un torneo en el cual la mayoría de los jugadores tienen menos años que nosotros y muchas más piernas, aunque a primera vista cada uno de ellos porte dos? ¿Qué nos llevará a ponernos en una situación de riesgo de infarto, y encima pagando?
Igual, me consuela este pensamiento: si lo que estuviera en competencia fuera el cutis, nos hubiéramos coronado campeones hace rato. Estos muchachos están arruinados por el acné.
Arruinadísimos.
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