26.6.05

Omuere.

Ayer sábado hubo una nueva fecha del campeonato de ex-alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires. El equipo en el que juego, Omata Omuere, dio muestras una vez más de lo que el fútbol puede lograr en manos (o más bien en pies) de irresponsables. Volvimos a perder; perdimos 3 a 0 con un equipo bastante mediocre, que festejó cada gol con la alegría desbordante del que no estudió un carajo para el examen y se saca un nueve porque las preguntas eran las mismas que las del examen que le tomaron antes a la división de al lado (y que en nuestro caso, también nos rompió el orto previamente).

Me tocó ir al arco. Más bien, me ofrecí para el arco, como quien milenios atrás se ofrecía en sacrificio ritual a los dioses, ya sea lanzándose al interior de un volcán, o dejándose arrancar el músculo cardíaco sin anestesia. La única diferencia es que no soy virgen, y que los tres goles que me clavaron no van a traer ningún efecto beneficioso sobre la cosecha del año que viene.

¿Que nos impulsará a formar un equipo con cero estado físico y cero práctica futbolística para participar en un torneo en el cual la mayoría de los jugadores tienen menos años que nosotros y muchas más piernas, aunque a primera vista cada uno de ellos porte dos? ¿Qué nos llevará a ponernos en una situación de riesgo de infarto, y encima pagando?

Igual, me consuela este pensamiento: si lo que estuviera en competencia fuera el cutis, nos hubiéramos coronado campeones hace rato. Estos muchachos están arruinados por el acné.

Arruinadísimos.

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