24.6.05

Cuentito II.

Berto tiene por costumbre leer en cualquier parte. Y por "cualquier parte" hay que entender lugares que a priori no son aptos para desarrollar tal actividad. Es casi una manía que Berto no se cuestiona: de hecho, lo ve como una virtud, la de "incorporar información e instruirse en todo tipo de contextos, aún los más hostiles". En la ducha, por ejemplo. No debe haber mayor enemigo de las páginas impresas que el agua (el fuego, quizá, Berto jamás se bañaría con fuego, al menos no conscientemente) aunque eso a Berto no le importa: siempre invierte algunos minutos previos al duchado buscando la manera de colgar el diario del caño de la cortina y que quede enfrentándolo con alguna porción de noticias legible, se mete bajo el agua y lee concentradísimo, al mismo tiempo que se enjabona, enjuaga, enshampúa, enjuaga y seca en piloto automático. Si tiene que realizar algún tipo de maniobra con el diario, ya sea pasar de página o moverlo para descubrir párrafos subsiguientes de una misma carilla se seca las manos con la toalla, lo que no siempre impide el salpicado. También son frecuentes los deslizamientos, por la naturaleza poco rugosa de los materiales en contacto (hoja contra aro de plástico), y suelen terminar con el ejemplar en el piso de la ducha, chupando líquido como un peregrino que acaba de sobrevivir al desierto, si es que Berto no lo ataja antes con partes mojadas de su cuerpo, provocando casi el mismo efecto destructor en el periódico.

Un día en particular, mientras se enjabona la entrepierna Berto lee un artículo sobre las internas en el PJ de cara a las próximas elecciones. Es un análisis sesudo, complejo y no exento de toques de humor que para Berto "revela una inteligencia de la mano redactora difícil de encontrar en los medios gráficos actuales" (con esas exactas palabras lo piensa). Termina de leer una columna y se le hace indispensable, para seguir adelante con el texto, colgar el diario de un poco más arriba. Suelta el jabón, se enjuaga las manos, las seca, e intenta reacomodarlo. Pero el diario se niega quedar fijo en el lugar, y resbala una y otra vez hacia las manos de Berto. Fastidiado, decide seguir leyendo de una manera más tradicional, con el diario entre las manos, manteniéndose alejado lo más posible del volumen de agua que cae sin cesar en forma de miles de gotitas. Como alguna que otra gota voladora pega en el papel, Berto se mueve medio paso hacia adelante, para salir definitivamente del camino del agua. Pero cuando vuelve a apoyar el pie la planta encuentra el jabón soltado momentos antes, y ese roce blando provoca un desbarajuste mecánico en Berto, que cae al suelo aparatosamente, como buen aparato que es. Por suerte Berto apenas sufre una contusión en un brazo, pero el diario queda completamente arruinado. Sangre negra mana hacia el desagüe.

Berto se incorpora, hace un bollo del amasijo engruídico que alguna vez fue diario, lo tira afuera de la ducha, se frota la zona adolorida y se queda parado, quieto, mojado, mojándose más, pensando en la fracción de segundo que duró la caída. "Casi me mato y lo que pasó ante mis ojos momentos antes no fue toda mi vida. Fue un artículo pretencioso, reaccionario, casi incomprensible y lleno de chistes malos."

Berto cierra el agua, sale de la bañadera, mojado como está atraviesa el departamento hasta el teléfono, llama al kiosco de revistas y pide que no le lleven más el diario.

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