Queja.
Yo creo que detrás de esa queja hay otra cosa. Hay angustia, hay envidia, hay infelicidad, hay dolor. Pobre muchacho. Me da pena. Y qué mejor manera de mitigar su sufrimiento que regalarle un poco de...
¡Música!
Si me aparezco con un ojo morado y el labio partido, ya saben quién me colocó luego de cantarle una canción a los gritos pegado a la puerta de su depto. En los albores del siglo XXI, estamos cada vez más intolerantes. En fin.
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