Cuentito I.
Berto hunde nuevamente la mano izquierda en el agua y siente una mordida sorda, finita, líquida. El agua rápidamente se tiñe de rojo. Berto saca la mano y la mira: un tajo extenso y profundo que parte de la base del índice y se detiene un poco antes de la muñeca le atraviesa la palma en diagonal. Berto piensa primero en qué lectura le haría una adivinadora gitana de esa nueva línea en la mano. Pero ese pensamiento dura apenas un segundo; lo desplaza la angustia de verla cubierta de sangre y manando. "Puto cuchillo traidor cagón", piensa. Sale de la cocina y va al escritorio.
En el escritorio está Mela, escribiendo en la computadora una crítica por encargo sobre una película que le pareció pésima pero que tiene que rescatar, porque es cine popular y representa una muy necesaria inyección económica para la industria cinematográfica nacional. Berto se para detrás de ella y le cuenta con voz entrecortada que se cortó la mano. Mela, sin darse vuelta, lo aconseja: "andá a lavarte ya con agua y jabón". Berto hace una mueca y le responde, filoso: "¿cómo mierda te creés que me corté?".
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