15.6.05

Cuentito I.

Berto lava los platos en la cocina. La pileta es de esas que tienen una subdivisión en el medio, pensada para separar las cosas a lavar de las cosas ya lavadas. Pero Berto tiene las dos partes llenas de cosas sucias, sobrepasadas por un agua jabonosa y de basuritas flotantes. Berto hunde la mano en el agua y extrae una sartén. Observa su superficie y se pone contento: "está toda aceitosa. Si la lavo ahora no voy a lograr dejarla reluciente. Mejor la lleno de agua con detergente y la dejo sobre una hornalla, para que afloje la grasa, y la lavo con la próxima tanda de cosas sucias". Se pone contento porque tiene una cosa menos que lavar: Berto es así. Sus alegrías pasan por esas pequeñas cosas.

Berto hunde nuevamente la mano izquierda en el agua y siente una mordida sorda, finita, líquida. El agua rápidamente se tiñe de rojo. Berto saca la mano y la mira: un tajo extenso y profundo que parte de la base del índice y se detiene un poco antes de la muñeca le atraviesa la palma en diagonal. Berto piensa primero en qué lectura le haría una adivinadora gitana de esa nueva línea en la mano. Pero ese pensamiento dura apenas un segundo; lo desplaza la angustia de verla cubierta de sangre y manando. "Puto cuchillo traidor cagón", piensa. Sale de la cocina y va al escritorio.

En el escritorio está Mela, escribiendo en la computadora una crítica por encargo sobre una película que le pareció pésima pero que tiene que rescatar, porque es cine popular y representa una muy necesaria inyección económica para la industria cinematográfica nacional. Berto se para detrás de ella y le cuenta con voz entrecortada que se cortó la mano. Mela, sin darse vuelta, lo aconseja: "andá a lavarte ya con agua y jabón". Berto hace una mueca y le responde, filoso: "¿cómo mierda te creés que me corté?".

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